31 oct 2011

VGM - EPISODIO 21!



AAAH 21... QUIEN DIRIA?
Cuando aquella vez hicimos la intro del cementerio, nunca pense que llegariamos vivos a halloween!!
Gracias, Danyas por tu gran aporte!
¡ENJOY!

22 oct 2011

DEJAD A LOS NIÑOS...

Vi crecer a Anita en la vieja rotonda que desembocaba al puerto de Mar del Plata, allí donde moraba el monumento al Pescador. Tenía no más de 6 años la primera vez que nos cruzamos, durante una despiadada mañana de invierno. Yo a bordo de mi auto, con la calefacción ronroneando suavemente. Ella, parada junto a la base del Pescador de Piedra, intentando guarecerse del temporal inminente. Anita aprovechaba los cambios de semáforo para acercarse a los vehículos y esperar que alguna ventanilla baje, revelando el rostro de algún conductor caritativo. Los detalles de esa mañana están grabados en mi mente con rara perfección. Anita era una nena hermosa, de ojos color miel y pecas salpicando su cara lechosa. Una vez, mi abuela me dio una explicación poética acerca de las pecas: dijo que le salían a las personas acostumbradas a mirar al cielo nocturno demasiado tiempo. Entonces, el fulgor de las miles de estrellas se le quedaba estampado en la cara. Anita tenía la cara estrellada.
  Cuando el semáforo se puso en rojo, Anita corrió hacia mi auto. A pesar del frío, -“¡Siete grados bajo cero de sensación térmica!”, dijo el locutor de la radio, jubiloso, como si esperara una visita sorpresa de Papá Noel- la nena solo llevaba un jardinero y un saquito de hilo agujereado. Las pecas resaltaban aún más en su carita, por el rubor del frío. Ella mantenía de rehén a una muñeca desgajada y desnuda, debajo del brazo. Le di un puñado de monedas y ella dijo “gracias” entre dientes, con una sonrisa vaga.
  Así que Anita se convirtió en parte de la rutina cada mañana, las cuatro estaciones del año, y solo dejaba de montar guardia frente a la estatua del Pescador, cuando arreciaba algún temporal. Cierta vez vi a su madre, sentada en una reposera y tomando el sol de frente, recopilando la recaudación que Anita le traía por postas. Era una gorda sin asomo de gracia y de seguro no le había legado a Anita ni la belleza, ni sus pecas. Más o menos a los ocho años, Anita liberó a su muñeca o algún alma caritativa pagó el rescate. Se convirtió en una adolescente de cara estrellada. Y ya no provoca la misma simpatía en los automovilistas: la mayoría de ellos ni siquiera se dignan a bajar la ventanilla. Están demasiado presurosos durante el invierno, o deseosos de tomar los balnearios por asalto, en los veranos. Ni siquiera la estatua del Pescador le sirve de refugio: lo mudaron cuando desapareció la rotonda y anexaron cuatro carriles a la avenida. Aprovecha los cambios de semáforo para deslizarse entre las filas de autos, lidiando con los limpiadores de vidrios o los que hacen malabares con tres naranjas. Su recaudación es cada vez más exigua por que Anita no sabe hacer gracias, y todo lo que tiene para ofrecer es su sonrisa vaga emplazada en su cara estrellada.
  “Dejad que los niños vengan a mí”, clamó Jesucristo, y sus palabras distaban de ser un slogan político. “Los únicos privilegiados son los niños”, fue otra máxima acuñada por ahí, convertida en muletilla por cuanto aprendiz de funcionario se encarame sobre un púlpito, con el solo fin de arañar algún cargo público. Los niños son un cebo magnífico para encabezar cualquier plataforma política. Pero rara vez los vemos. Todos tenemos a una “Anita” que nos mira del otro lado de la ventanilla. ¿Qué hicimos con ellos? ¿Cómo nos pudo haber sucedido? ¿En qué punto, como país, se nos desfiguró el concepto de conciencia social?
  Hace poco una psicóloga que trata con niños golpeados y abusados, me comentaba el caso de una nena de diez años, con un largo historial de fugas del hogar y que es sistemáticamente golpeada por su madre. Hubo una frase de ese testimonio que aún hoy me parece de lo más escalofriante que yo haya escuchado jamás.
 “No sé por que me tiene que pegar siempre en los ojos”, le dijo.
  Tal vez por la misma razón por la cual la mayor parte de nosotros, rara vez miramos a los ojos a los niños indigentes. Por que el calor de la culpa es abrasivo y el brillo indefenso en las pupilas de un niño, es más profundo y doloroso que la marca que Dios le obsequió a Caín.
  Los chicos que mendigan,  nos limpian el parabrisas o hacen malabares con tres naranjas, son parte del paisaje urbano. Ya los naturalizamos. No nos horroriza ver a un preadolescente empuñar un arma. Nos asusta, pero no nos horroriza. La reacción política es bajar la edad de imputabilidad a 16, 14 y por que no, 12 años. A alguien se le ocurrirá crear una cárcel modelo para púberes, seguro. “Son conscientes de lo que hacen”, dijo hace poco un periodista, con una ligereza espantosa. Se organizan marchas por la inseguridad. Nuestras celebridades braman, se tironean de sus extensiones platinadas; esgrimen su dedo índice con uña esculpida. Medio centenar de chicos lloran en un estudio de televisión, al compás de una melodía pegajosa. Pero a nadie se le ocurre dictar leyes para proteger a la niñez, o hacer efectivas las que existen. Y cuando se da un subsidio por hijo, buscamos la trampa, o desempolvamos argumentos lodosos.
  No escuché a nadie proponer una marcha para proteger a nuestros niños. Ningún político o personaje televisivo devenido en profeta colérico, clamó por los centenares, miles de chicos que mueren hambreados, calcinados por el paco; abusados; golpeados, desterrados; arrojados a la vera de alguna avenida o perdidos en la marea humana que atraviesa alguna estación de tren. “Una moneda, solo una moneda, por favor”.
  Quizás estaría bien cerrar ésta nota con una señal de esperanza, pero en realidad no la tengo. Dependemos de la solidaridad de alguna ONG; del alma noble que abre un comedor comunitario, o del puñado de monedas que deslizamos en la mano de un nene, durante el interludio de un semáforo. De los curas que caminan las villas; los profesionales que luchan a brazo partido contra la burocracia estatal; de la vocación de servicio de la gente común. Todo niño debería ser NUESTRO niño. Hasta que eso ocurra, el futuro seguirá siendo una trampa mortal.
 Dejad a los niños.
                                              Daniel Asaro (DANYAS)

11 oct 2011

Entrevista a AKSHA

Luego de 4 años de West, aksha se despide de su cargo de SGO y SMOD en The West .es
Aksha, una de las pocas personas que nos demostro que era mucho mas que lo que pensabamos que era. Que ironia, que tambien es una de las pocas personas que descubrio que no somos tan malos, ni tan tramposos, ni tan perversos XD
Te deseamos exitos en grepo ak! Y extrañaremos tus esponjazos!

8 oct 2011

VAGAMUNDOS! 20



WEST, CAIPIRINHAS Y CLERICO
20 Programas ya? Yo pense que no llegabamos a 2! que pais generoso!
Programa dedicado a los que no juegan solos!
Enjoy!

4 oct 2011

NOE



A la amita Noe no le va a gustar que escriba esto, por una razón muy sencilla: tiene la humildad de quien no es muy consciente del camino que está sembrando. Y eso puede resultar muy pretencioso; si al fin de cuentas no estamos refiriendo a un simple juego. Solo que, quienes recorren los caminos polvorientos de estos mundos, saben que no es tan simple ni solo un juego. Si hablamos de Noe, hablamos de The West, y en la portada, podemos leer que es una comunidad. Comunidad es una palabra amplia, tiene una resonancia rica y muchos matices. Al fin de cuentas, ¿Cómo nos podemos sentir unidos recorriendo esos caminos, si muchos de nosotros ni siquiera nos vimos las caras? ¿Cómo podemos experimentar que luchamos hombro con hombro, en cualquier batalla de fuerte, que podemos sangrar juntos, dar la vida por un compañero o detestar realmente a un enemigo?
Ese es el milagro del West. Como todo milagro, no tiene una explicación a mano. Yo no le encuentro ninguna. No se puede racionalizar. No podemos explicarle, a quien no lo comparte, que durante una o dos horas diarias, los límites del monitor se ensanchan, casi se huele el olor de la pradera, el aire se impregna de pólvora y los disparos que recibimos en un duelo, realmente duelen. Cuesta costar los lazos con ese mundo. Finalmente, aprendemos a convivir con él. Dejamos al muñeco trabajando, apuramos los tiempos de la vida cotidiana, con tal de llegar a tiempo a la batalla del día. ¿Quién no ha experimentado la amargura de descubrirse “desmayado”, cuando ingresa al mundo al siguiente día? ¿O ir en busca de un enemigo especialmente odiado, sudando mientras transcurren los temidos 10 minutos?
En el West, Noe es un faro. Ha fundado ciudades, ha descabezado ejércitos enteros, se ha quitado de encima enemigos terribles. En cualquier mundo, solo hay que buscar su nombre en la primera página de la clasificación, para encontrarla. Comando, Eternity, donde sea: uno ve el nombre NOE ESTEVEZ conectado, y ya se le aceleran los latidos. Y he aquí un fenómeno curioso: no conozco a Noe, le llevo unos 12 años, pero siento su mano rectora como si fuera una maestra especialmente paciente y en ocasiones, guarra. Noe siempre tiene tiempo para una explicación, un consejo o una puteada.
Quien consienta las normas del West, quizás acepte a regañadientes el baneo de Noe. Puede que el encuadre sea el correcto. Las leyes eran más flexibles en el Lejano Oeste, pero lo mismo da. Encarcelaron a Noe y a esta altura no sé si es justo o no. Lo único de lo que estoy seguro, es que le dieron un tiro al corazón de los mundos donde ella cabalgaba. Sin su huella rectora, el juego ha perdido gran parte de su atractivo. Ya no me interesa tanto que me desmayen. Mis actos de heroismo en algún fuerte, no son los mismos si ella no está en la misma línea de batalla. Si, hay compañeros queridos, y la conocida norma de “batallemos por Noe”…pero el hecho es que ella está encarcelada en una cárcel sin nombre, y no somos los suficientemente diestros para planear una fuga. Fuimos al último sitio donde ella fue “sorprendida” y allí nos quedamos, con las velas prendidas. Nadie va a rogar: los de Eternity, Comando o Arizona, no nos hincamos ante ninguna autoridad, sea un Marshall, un cacique o un moderador. Es un enemigo invisible. No podemos duelearlo ni bloquear su cuadrante. Mala suerte.
Solo nos queda ser dignos de Noe, mientras ella aguarda en una celda mugrienta.
Y esperar que los alguaciles entiendan que no se puede banear a una leyenda.

Danyas