22 nov 2011


¡SOCORRO! ¡TENGO UNA HIJA ADOLESCENTE!


Un día Flopi se acostó siendo una niña y se despertó siendo adolescente. Así de simple. Supongo que durante la noche se habrá librado una cruenta batalla hormonal que terminó con innumerables bajas. Los grandes cambios se producen así, de improviso, como si fuera un golpe de estado. La muñeca pepona que la acompaña desde los tres años fue desterrada de su cama y amaneció en un rincón de la habitación.
  Fue el primero de los grandes cambios. A la mañana estaba huraña, con cara de pocos amigos, buscando motivos para la pelea. “¿Te pasa algo?”, le pregunté. Intenté darle un pellizco en esos mofletes que habían sido míos hasta la noche anterior.
 -Dejáme tranquila, pá- dijo. Dejó el café con leche por la mitad y se puso la campera del colegio.
  Ese fue el principio.
  Uno jamás está preparado para lidiar con una hija adolescente. Todo lo que puede hacer es armarse de paciencia, echar mano a los jirones de autoridad que aún permanecen en pie y tratar de sobrevivir al tornado. Y sobre todo evitar la confrontación. Más vale intentar mantener una conversación coherente con un esquizofrénico aislado en el ala más lúgubre de un neuropsiquiátrico
 -Pá, quiero ir a la matiné.
 -¿Qué es eso?
  Ella me mira con esa mueca de fastidio que es casi su marca de fábrica y se quita un mechón que le cayó sobre el ojo.
 -A bailar.
 -Vos no tenés edad para ir a bailar.
 -Todas mis amigas van.
  Intento explicarle qué, que yo sepa, no tengo la patria potestad sobre ninguna de sus amigas ni me dieron a ninguna de ellas en adopción, pero Flopi parece estar esperando eso.
 -¿No ves? ¡Siempre lo mismo vos! Mis amigan me cargan. Dicen que…dicen…
  El resto es tan difícil de develar como un jeroglífico en la entrada de alguna tumba egipcia. Una mezcla de protesta, hipos de llanto y gruñidos. Como compensación, la invito a ir al cine pero es una pésima idea: ¿Qué interés puede tener una adolescente en ir al cine con su viejo, cuando hay todo un mundo por descubrir allá afuera?
  Se va a dormir sin comer, claro. Durante la noche se vuelve a librar esa feroz batalla hormonal. Y milagrosamente, a la mañana siguiente me deposita un beso en la mejilla y me dice: “Te quiero mucho, papi. Vamos al cine el sábado”.
  Tengo una tarde de gloria con mi hija. Una de las últimas. Vamos a ver la última de Harry Potter, toda una aventura considerando que no vi ninguna de las cuatro anteriores…y dura más de tres horas. Es como empezar a leer “Guerra y Paz” de Tolstoi por la mitad. Ella se come las uñas y suspira cuando aparece Harry. Me susurra los rudimentos de la trama al oído, mientras el gordo de la fila de atrás mastica pochochos, -popcorn, los llama Flopi- y algunos van a parar a mi cabeza. Cuando salimos, incluso se me cuelga del brazo. Es la tregua más dulce que he tenido jamás.
  Pero las hormonas sobrevivientes se reagrupan y llegan refuerzos. A la tarde siguiente, a la salida del cole, se sube al auto sin soltar saludos ni besos y se larga a llorar. Le pregunto que le pasa. “Nada. Dejáme. Vos no me entendés”. Le digo que me gustaría entenderla, si ella tendría la delicadeza de darse a conocer. Y repite el latiguillo: “Vos no entendés nada”.
  En ese punto me sublevo. El padre de un adolescente que no haya perdido la paciencia alguna vez, es un mentiroso que merecería un busto en la Plaza de los Embusteros.
 -¿Y vos te creés que sos difícil de entender? ¿Qué sos? ¿Una luminaria intelectual? Yo te puedo leer como si fueras un libro abierto.
  Lo único que provoca el comentario es más llanto y el pedido que detenga el auto. “Dejáme acá que me voy caminando sola”. Inútil señalarle que estamos en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad. “Cualquiera que me rapte, me va a tratar mejor que vos”, me dice. Touché.
  Sobrevienen dos días de frialdad absoluta. Entender a mi díscola hija es tan difícil como pretender resolver un crucigrama en una sopa de letras hirviendo.
  Pero se produce un milagro: a mitad de la mañana del tercer día, me llega un mensaje de texto: “Papi, perdonáme, te quiero mucho”.
  No sé que le tendría que perdonar, por que en realidad el bocazas fui yo, pero a Dios gracias por los pequeños favores. Le contesto que yo también la amo y guardo el mensaje que me envió con siete llaves. Un “te quiero” de Flopi es una rara pieza de colección.
  Al poco tiempo, se aparece con un chico. “Papi, te presento a Diego”. No sé si Diego es lindo o feo, por que tiene la cara tapada por una jungla de pelos. Tiene un tatuaje en el brazo derecho que dice: “NO FUTURE”. Mirá vos que dilema interesante: tu hija te presenta un presunto pretendiente, (que antigüedad) cuya consigna de vida es “NO HAY FUTURO”.  Diego apenas si habla y solo alza una ceja cuando le digo a la pasada que si le llega a tocar un pelo a mi hija, lo degüello con el cuchillo que estoy usando para cortar milanesas.
  Pero Diego se esfuma a las pocas semanas. En la habitación de mi hija aparece un gran póster del actor de “Crepúsculo”, un pibe lindo que hace de vampiro teen. La muñeca pepona sigue desterrada en el rincón.
  Durante unas semanas no hay cambios en el cuaderno de bitácoras. Mi ex me informa que todo está en calma. ¿Por qué me da la impresión que las hormonas se están alistando para un último asalto?
  Un día vuelve al ataque. “Pá, quiero ir a la matiné”. Le explico mis razones. Ella me dice, como único argumento, que tiene quince años. Y que todas sus amigas van, claro. En ese punto, cierro la boca, deseando que la negativa se mantenga por sí sola. “Vos no me conocés”, brama. “Mirá vos, pensaba que eras Flopi, mi hija, la que hace un año vivía colgada de mi cuello. ¿Me mostrás el documento?”.
 -No, vos no me conocés- repite. –Lleváme de María.
  María es su mejor amiga. “Ella sí que me entiende”, dice. Le suelto un golpe bajo del que me arrepiento un segundo después, aunque ya es tarde. Las palabras flotan en neón.
 -¿Sabés cual es la diferencia entre tus amigas y yo? Si yo tuviera que cambiar mi vida por la tuya, lo único que preguntaría es a que hora me tengo que presentar y donde. Decíme cuál de tus amigas haría eso.
  Pero, curiosamente, eso la conmueve. Se acerca, se me cuelga del cuello y me da un beso sonoro y húmedo. ¿Quién te entiende, Flor?
  Va a la matiné, claro. Hay batallas que están perdidas antes de librarlas. La veo descender por la escalera y me doy cuenta que se ha convertido en una serena belleza morena. Casi puedo ver a la mujer que la está agazapada dentro suyo y que la espera en la próxima parada. “Te paso a buscar”, le digo. “Pero esperáme en la esquina”, me responde.
  Voy media hora antes, como si pudiera manipular el tiempo. Ella aparece en el espejo retrovisor del auto y sube. Está feliz. Me da un beso en la mejilla y me abraza. Me jacto de ser un tipo duro, pero ella obtiene la contraseña, por más que la cambie. Nos vamos a comer una hamburguesa y se pide la cajita feliz. Vaya, viene de participar en uno de los rituales sociales más excitantes, y quiere el juguetito que viene en la cajita. Parece que la batalla que se libra en su interior ha remitido, al menos de momento.
  Volvemos a casa y vemos una peli de terror. Le encantan las películas de miedo, pero se tapa la cara con las manos y las ve a través de los dedos entreabiertos. “Estuvo buena, ¿no pá?”. No le digo que perdí el interés allá por el décimo asesinato. “Sí, estuvo buena”. Bosteza. “Me voy a dormir, papi”. “Papi”, me dice, como cuando era una nena: hay palabras que sonríen. Le digo que me voy a quedar escribiendo un rato.
  Mi nena. Va a seguir siendo mi nena, a pesar que corra hasta el último hilo de agua bajo el puente.
  Media hora después voy a su pieza, por que conozco su costumbre de destaparse a la mitad de la noche. Algunas cosas no cambian. Le subo la frazada hasta la barbilla y entonces veo algo, una de esas cosas que los padres atesoramos hasta el último suspiro. A la muñeca pepona le levantaron el veto. Mi hija duerme, abrazada a su vieja y despeluchada compañera.
       
  

4 comentarios:

Anónimo dijo...

muy bueno danyas,cada palabra trae mil historias.hasta ya puedo recrear en mi mente cada suma de oraciones que se leen en este relato


nada mas que decir que el repetitivo "exelente relato"

y no me fume nada antes leer esto asi que no pregunten XD



saludetes···


tinmaryolma

Wallace dijo...

Increible Dany, la verdad super conmovedor!! Segui escribiendo que se nota que te gusta!

Gotthold Ephraim Lessing dijo...

¿Cómo se llama al animal más temible? Preguntó un rey a cierto sabio. Y éste respondió: los salvajes le llaman tirano; los mansos, adulador.

- dijo...

Entre tanto tire y afloje, se me paso comentarte... zas! que buen post! ya se lo que me espera cuando tenga hijos! XD

PD: el animal mas temible se llama hipocrita... es como una quimera, mezcla de tirano y adulador...

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